La Hispanidad se unía en ese, su día, para festejar a su venerada Patrona, para mostrar su ofrenda de flor y amor a la que es Nuestra Madre, María, y Madre de Nuestro Señor.
Precisamente es a Él, al que María del Pilar sostiene en sus maternales y tiernos brazos; al Niño Jesús que nos ofrece para posteriormente entregárnoslo, aunque Ella nunca lo abandona en su largo caminar. Al igual que tampoco nos abandona a todos y cada uno de nosotros, sus hijos. Y no nos abandona porque mediante su intercesión nos arraigamos y edificamos en Cristo, reafirmándonos en la fe; María es de esta forma el Pilar de nuestra Fe, de nuestra Esperanza y Caridad; es la Estrella de la Paz y por tanto de la Nueva Evangelización. En Ella se apoyan nuestras creencias, principios y valores cristianos, ya que Ella es ejemplo de fe para sus hijos, fue la que dijo sí a Dios desde el primer instante. Mediante su intercesión se produjo la venida de Nuestro Salvador, llegando la Obra de Dios a su plenitud y gracia, cuando Nuestro Señor Jesucristo tras padecer y morir por todos nosotros, por la Salvación de sus hijos, resucitó al tercer día de entre los muertos, librándonos del pecado y de la muerte, y concediéndonos la eterna vida, gloria y perdón en su Reino.
En María debemos fijarnos cada uno de sus hijos, seguir su ejemplo, seguir la luz de su Estrella, que nos guiaba en Villa del Río, en ese mismo día, hacia su Ermita, en la que si Dios quiere estará hasta un próximo 7 de septiembre. Desde su Casa, desde la Casa de su Bendito Hijo Jesús, brillará eternamente la Estrella de Villa del Río, la Estrella que preside el cielo de nuestro pueblo; es a Ella a la que tenemos que dirigirnos, para seguir sus pasos, su consejo, y agradecer su protección y auxilio constantes.
De esta forma, Villa del Río celebraba de forma particular este día dedicado a la Virgen María, y lo hacía procesionando hasta su Santuario, a la que es nuestra Patrona, la Virgen de la Estrella; esto recalca una vez más la grandeza de la Iglesia, y a la vez, su muchas particularidades, ya que a pesar de ser María una, en cada rinconcito de la Iglesia se la venera de una forma particular, con una advocación singular; esto reafirma la devoción del pueblo católico a María y su eterna veneración, en comunión con la alabanza a Cristo Resucitado, y su bendita adoración como Pan que nos sacia y nos colma de vida.
La veneración a la Madre tiene que ir acompañada de la adoración al Hijo, hecho Eucaristía, presente entre nosotros en cualquier lugar y momento; la unión de María y Jesús, es digna de recalcar y de alabar, esa unión se hace realidad en las imágenes de la Virgen gloriosas como son la del Pilar y la de la Estrella; la unión de Dios y la Santísima Virgen constituyen el misterio de nuestra fe, que se apoya constantemente en el Pilar de María; desde el Pilar comienza el camino del cristiano, desde su firmeza en la fe, María, la Estrella, nos irá guiando por camino firme y seguro pero en el que de vez en cuando encontraremos baches y dificultades que superar, cuya función es hacernos más fuertes y mejores como personas cristianas integrantes de una sociedad que tanto necesita seguir este camino, que sin duda llegará a buen puerto, llegará a la Luz que es Cristo Jesús, que en los brazos de María nos bendice y nos transmite todo el amor que profesa por nosotros; amor con el que debemos de corresponderle amándolo a Él sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Esto es la fe, que trae consigo la paz y el amor de los hombres; para ello tengamos la actitud de María: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra»; y Ella intercederá por nosotros guiándonos hacia Cristo; nos indicará el camino de la nueva evangelización, el que tiene como misión ir y hacer discípulos a todas las naciones.
Jesús Cuevas Salguero 13/10/2013