El Evangelio (Lucas 17, 5-10) es un precioso ejemplo del estilo de Jesús. Una fe pequeñita puede mover las montañas y tirarlas al mar. Pero ¿para qué sirve tirar montañas al mar? Y es que el estilo de Jesús es muchas veces exagerado, como lo del camello y el ojo de la aguja, o como lo de la viga y la paja. Preciosas exageraciones para que el auditorio capte claramente la importancia del mensaje.
El mensaje de hoy es estupendo: el poder de la fe. A veces nuestra fe flaquea, a menudo es débil. Es el momento de despertar, de fiarse más aún de Dios, de dar de nuevo nuestro asentimiento a Jesús: «Sólo Tú tienes palabras de vida eterna»;
«te seguiré a dondequiera que vayas»;
«daría mi vida por ti». Todos los profetas han tenido sus crisis, a veces tremendas, como vemos en la primera lectura (Habacuc 1, 2-3; 2, 2-4), y los ánimos que da Pablo a su discípulo Timoteo (2ª lectura: 2 Timoteo 1, 6-8. 13-14):
«No nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio. No tengas miedo de dar la cara por nuestro Señor».