viernes, 1 de noviembre de 2013

Solemnidad de TODOS LOS SANTOS


      Las lecturas de hoy presentan un formidable contraste entre sí. Por un lado, el Evangelio (Mateo 5, 1-12a) habla de un camino estrecho y empinado para alcanzar la felicidad: los pobres, los que sufren, los perseguidos... Lo de Jesús es como ir a contracorriente.

      Por otro lado, la primera lectura (Apocalipsis 7, 2-4. 9-14) ya no habla del camino de esta vida, sino del final, que es el éxito de Dios: la inmensa muchedumbre que nadie podría contar, que viene de la vida, que ya ha pasado la gran tribulación, y está definitivamente con Dios. La segunda lectura (1 Juan 3, 1-3) lo explica todo; es el Padre, que nos quiere como a hijos; en esta vida aún no se ve lo que somos, pero en la vida definitiva se verá: somos semejantes a Él, a nuestro Padre.

      En la Solemnidad de Todos los Santos celebramos el final feliz de la aventura humana, nuestro final feliz, que es el sueño de Dios. Nosotros sabemos que este final feliz se puede estropear, porque Dios nos hizo libres, pero confiamos en su poder, porque sabemos que Él es Todopoderoso, y que, sobre todo, es nuestro Padre.