domingo, 9 de marzo de 2014

DOMINGO 1º de Cuaresma

      Una tentación es algo que nos atrae muchísimo, aunque no nos conviene. Después de un gran plato de paella nos apetece repetir, pero no nos conviene. Tenemos algo y queremos más, pero no nos conviene.

      Una cosa es lo que nos conviene y otra muy distinta lo que nos apetece. Y así estamos hechos, sometidos constantemente a tentación.

      Como Eva y Adán en el Paraíso (1ª lectura: Génesis 2, 7-9; 3, 1-7), como el mismo Jesús en la soledad del monte (Evangelio: Mateo 4, 1-11); Jesús es de nuestra carne, y tiene tentaciones, tendrá muchas a lo largo de su vida, incluso tendrá la tentación de desconfiar de su Padre. Pero Jesús se diferencia de nosotros en que no se deja engañar.

      El Viento de Dios le da fuerza para no dejarse arrastrar. Por eso habla Pablo (2ª lectura: Romanos 5, 12-19) de que por ser hombres estamos tentados, pero gracias a Jesús somos capaces de no dejarnos engañar. Como dijo Jesús, la carne es débil, pero contamos con la fuerza del Espíritu, que es mucho más fuerte que la carne.