Pasar de la tinieblas a la luz, pasar de una vida que es como estar muerto a una vida radiante (2ª lectura: Efesios 5, 8-14). Esto pasó con Israel.
Samuel unge al que será el rey David (1ª lectura: 1 Samuel 16, 6-7. 10-13). Israel espera que ese rey le haga un pueblo poderoso que venza a todos sus enemigos. Eso mismo esperaban de Jesús los que creían que era el Mesías. Pero el Mesías no iba a ser un rey como ellos imaginaban. Es un artesano galileo que se pasa la vida hablando de «Abbá» y curando, curando sin parar.
¡Qué cerrados de mente son los fariseos, que ven una curación maravillosa y no ven la mano de Dios! (Evangelio: Juan 9, 1-41).
¿Quiénes son los ciegos, los que no ven con los ojos de la cara o los que no ven a Dios teniéndolo delante? Y ¡qué terribles palabras le dirigen al ciego!: «Empecatado naciste ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?».
Pero el ciego ha visto a Jesús, ha sentido la fuerza de curación de Dios, está abierto a creer, mientras los sabios, que además se creen santos, se cierran, invulnerables a la Palabra de Dios.