Los viñadores de la última hora (Evangelio: Mateo 20, 1-16) esperan recibir muy poco, pero el amo es bondadoso: si no les da un denario como a todos ¿qué comerá esta misma noche su familia? Los que han trabajado muchas horas protestan, y con razón: no es justo. Tienen razón, pero no tienen compasión. Prefieren que haya justicia aunque sus compañeros pasen hambre. Pues no, Dios no es así, aunque nos parezca absurdo. Tan absurdo como que Pablo (2ª lectura: Filipenses 1, 20c-24) prefiera morir, pero lo justifica muy bien: «Deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor». Lo único que ata a Pablo en esta vida es que comprende que en sus comunidades lo necesitan. Si no la elección no tiene duda, la Vida que espera es mucho mejor que la que tiene.
Son estupendos ejemplos de una mentalidad que responde a la mente de Dios, a los criterios del Reino, aunque a nosotros quizá nos extrañen. Pero es Dios quien tiene razón al pensar así, y nosotros hacemos mal en extrañarnos. Ya sabemos que «como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes que vuestros planes» (1ª lectura: Isaías 55, 6-9).