Pablo hace aquí un resumen perfecto de la actuación del que sigue a Jesús: «A nadie le debáis nada más que el amor, porque el que ama tiene cumplido el resto de la Ley... Todos los mandamientos se resumen en esta frase: amarás a tu prójimo como a ti mismo» (2ª lectura: Romanos 13, 8-10). De ahí nace todo lo demás: la corrección fraterna (1ª lectura: Exequiel 33, 7-9), los consejos del Evangelio (Mateo 18, 15-20).
Se ha dicho: «Ama y haz lo que quieras». No falta quien se aprovecha de esta frase para pensar que todo da igual, que no hay que obedecer a ninguna norma. Se equivocan. Quiere decir que el amor es la fuerza más exigente de todas, más que el miedo, más que la fidelidad al cumplimiento de cualquier ley. El que ama va siempre mucho más lejos de la obligación, de cualquier exigencia ética o ritual. Una madre por sus hijos, un verdadero amigo, no cumplen con sus deberes: están deseando hacer más, incluso que sea necesario hacer lo más incómodo, lo más duro.
El amor es insaciable en dar. Así es Dios, así fue Jesús, así es nuestro llamamiento a seguirlo: cuestión de amor.