Nos solemos mover en el mundo de «méritos y culpas». Jesús no piensa así. Habla de «talentos y debilidades». Lo que se suele llamar pecado se entiende como culpa, pero Jesús lo interpreta como enfermedad, carencia, ignorancia, debilidad. Pero lo que preocupa más no son los pecados, sino los talentos.
Creo que se puede decir que no seremos juzgados por nuestras enfermedades (pecados) sino por nuestros talentos. Es decir, por los regalos que Dios nos ha dado, que son para los demás, y por lo que Él espera de nosotros (Evangelio: Mateo 25, 14-30). Lo sabe bien Pablo: «así pues, no durmamos como los demás, sino estemos vigilantes» (2ª lectura: 1 Tesalonicenses 5, 1-6), porque las oportunidades de hacer uso de nuestros talentos en servicio de otros, de todos, pasan a nuestro lado continuamente y hay que estar despierto para aprovecharlas.
El autor del Libro de los Proverbios (1ª lectura: Proverbios 31, 10-13) vive en un mundo patriarcal machista, en el que la mujer es simple sirviente del varón, y su mensaje nos ha quedado muy lejano. Tendrá que llegar Jesús para que la mujer recobre su dignidad de persona.