domingo, 4 de enero de 2015

DOMINGO 2º de Navidad

      ¿Qué será ese misterioso personaje, esa sublime asamblea de potestades, bendita entre los benditos, arraigada en un pueblo glorioso, heredad del Señor? (1ª lectura: Eclesiástico 24, 1-4. 12-16). No se preocupe, en el fondo no es casi nada, más que la necesidad de Israel de hablar de Dios con el máximo respeto, incluso lejanía. Para eso se crean símbolos e incluso personajes fantásticos y misteriosos, tal como «la Sabiduría» que cita este texto.

      Pero ha sucedido una revolución: resulta que el Verbo de Dios es de carne y hueso, visible, tocable. Israel, en el desierto, hizo una tienda para Dios, la Morada, y allí lo adoraban, sin verlo, sin conocerlo, porque allí no había nada. Pero la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros. Jesús es esa palabra de carne y hueso, que vive con nosotros, es el vecino de al lado como en una tienda más entre las nuestras (Evangelio: Juan 1, 1-8).

      Bonita imagen la de Juan: la palabra de Dios es nuestro vecino, podemos charlar con él, invitarlo a tomar un café... ¡Ojalá el Padre de la gloria, como lo llama Pablo (2ª lectura: Efesios 1, 3-6. 15-18), nos haga caer en la cuenta de quién es ese vecino, nos lleve a tratarlo, a hacernos amigos suyos, nos abra los ojos para descubrirlo a fondo!