En los textos de este domingo se dan tres definiciones preciosas: «Mi servo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu» (1ª lectura: Isaías 42, 1-4. 6-7). «Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él» (2ª lectura: Hechos 10, 34-38). «Mi Hijo amado, mi predilecto» (Evangelio: Marcos 1, 7-11).
¿Quién es Jesús? Un hombre lleno del Espíritu. Nosotros creemos que lo que habla, lo que hace, lo que anuncia, lo que cura, tiene una explicación: «Dios estaba con él». Y esta es la fe de Pedro, sencilla y absolutamente profunda.
Jesús solo se explica desde Dios, es el Viento de Dios lo que lo llena y lo arrastra, es el corazón de Dios el que se revela en su corazón, es la palabra de Dios la que pronuncian sus labios.
Este es el último prólogo que ponen los evangelistas, y el mejor: seguimos a Jesús porque creemos que Dios estaba con él.