jueves, 1 de enero de 2015

OCTAVA de Navidad. Solemnidad de SANTA MARÍA, Madre de Dios

 
      «¡Feliz año nuevo!» es la frase habitual. La primera lectura (Números 6, 22-27) nos ofrece otra fórmula mucho mejor: «Que el Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor: el Señor se fije en ti y te conceda la paz». Buen principio, poniendo el futuro en manos de Dios.

      Buen principio también el de la segunda lectura (Gálatas 4, 4-7), al recordarnos que ha nacido y hace nuevo no solo el año que comienza sino la vida entera: «Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su hijo, nacido de una mujer (y por eso), Dios envió a vuestros corazones el espíritu de hijos que clama Abbá, Padre».

      Todo esto empezó en Belén, según el relato de Lucas (Evangelio: Lucas 2, 16), y al principio no fue captado más que por unos padres y un puñado de pastores desconocidos pero compasivos y atentos. Tendrán que pasar unos treinta años hasta que el niño de Belén se eche a los caminos para anunciar el Reino. Esto sí que será Nuevo, una Nueva y Buenísima Noticia.

      Feliz año nuevo, hermanos, que trabajemos todos por hacerlo de verdad nuevo, mejor, al servicio de lo más nuevo, lo mejor, el sueño de Jesús, el Reino.