Demasiadas
veces hemos predicado y entendido a Dios como exigencia, incluso a veces como
amenaza. Demasiadas veces hemos olvidado la alegría, la fiesta, la abundancia.
La
Palabra nos ofrece en este día dos hermosas imágenes de abundancia y de fiesta.
Una antiquísima leyenda sobre el profeta Eliseo (1ª lectura: 2 Reyes 4, 42-44) y
un sorprendente milagro de Jesús que da de comer a todo el que se acerca. En
los dos relatos, no solo se sacian todos sino que sobra. Perfectas imágenes del
Reino, que no es miedo, ni escrúpulo, ni tristeza… Es fiesta y abundancia. Este
espíritu festivo y alegre es el que aparece en la segunda lectura (Efesios 4,
1-6): humildes y amables, comprensivos, unidos, en paz, llenos del Espíritu.
Jesús está pintando con un signo el sueño de Dios, la humanidad nueva, libre,
fraterna, unida y rescatada por la fe.
¡Qué bonita es la imagen de una familia
reunida, celebrando un cumpleaños, haciendo fiesta porque hay algo que
celebrar! Esa es la imagen del Reino que Jesús nos ofrece. Y no porque todo nos
salga bien o desaparezcan los problemas, sino por la fuerza interior del
Espíritu que produce paz y alegría.