Evidentemente,
ese hombre ni ningún hombre pueden dar a comer su carne. Morder a Jesús no
tiene nada de fe ni de religión. Se trata de que nosotros nos alimentamos de
muchas cosas, de viandas, diversiones, ambiciones, venganzas… Pero eso no da
más que una vida caduca y pobre.
Jesús ofrece otro pan, otra agua, otro vino,
capaces de satisfacer del todo, de dar una vida que no muere con la muerte
(Evangelio: Juan 6, 51-58).
Existe un pan del cielo y un agua que mana hasta la
vida eterna. Y es de sabios aprovechar el regalo de Dios, Jesús, el alimento que
el Padre ofrece a sus hijos. «Venid a comer de mi pan y a beber el vino que he
mezclado; dejad la inexperiencia y viviréis, seguid el camino de la
prudencia» (1ª lectura: Proverbios 9, 1-6).
Es de sabios atender al que más
sabe, fiarse de Jesús, Sabiduría de Dios. Otros modos de vida nos pueden
deslumbrar, pero «no seáis insensatos» (2ª lectura: Efesios 5, 15-20) y
agradeced al Padre el regalo que nos ha hecho: Jesús, nuestro pan, nuestra
agua, nuestro vino.