De
dentro afuera, de fuera adentro. Ser cuidadosos con los preceptos humanos, pero
no atender a la Palabra de Dios. Mucho lavarse las manos, honrar a Dios con los
labios, pero tener lejos de él el corazón (Evangelio: Marcos 7, 1-8. 14-15.
21-23). Formidable retrato de Jesús que nos obliga a preguntar, ¿qué es
religión? Mi modo de vivir ¿tiene algo que ver con lo que Dios espera de mí?
Israel lo sabía desde antiguo: obedecer a Dios, cumplir sus mandatos, «ponedlos
por obra, que ellos son vuestra sabiduría» (1ª lectura: Deuteronomio 4, 1-2.
6-8). Pero de corazón, no como un rito de sumisión, sino como una apertura del
corazón a su palabra. Porque Dios busca nuestra salud, felicidad, no nuestra
sumisión.
Es preciosa la síntesis de Santiago (2ª lectura: Santiago 1, 17-18.
21b-22. 27): «Aceptad dócilmente la palabra, llevadla a la práctica y no os
limitéis a escucharla. La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre
es esta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las
manos con este mundo». Estupendo resumen. Y es que se trata de dos religiones
distintas: lavarse las manos antes de comer no tiene nada que ver con echar una
mano al que te necesita.