Jesús deposita su confianza en Simón Pedro. Los demás discípulos le han dicho a Jesús lo que la gente piensa de él, pero Simón ha hecho un acto de fe. Y Jesús percibe esa fe como regalo personal del Padre (Evangelio: Mateo 16, 13-20). Más tarde le dirá: «Yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos». Y así será. La fe de Pedro no lo libró de negar a Jesús, pero, a pesar de ello, fue la fuerte columna que sostuvo a la comunidad cuando estaba desorientada por la muerte de Jesús.
Jesús conocía el corazón de Pedro, generoso, entregado a él, pero frágil, demasiado seguro de sí mismo. El «abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento» (2ª lectura: Romanos 11, 33-36) de Jesús puso su confianza en él. Como el rey David, que pone su confianza en Eliacim (1ª lectura: Isaías 22, 19-23), aunque esta narración es muy lejanamente semejante a la elección de Jesús, porque Pedro no recibe poderes sino misión de servicio. Recordemos: «El primero de vosotros que sea como último, que sea el servidor de todos».