«¿Quién rastreará las cosas del cielo, quién conocerá tu
designio, si tú no le das sabiduría enviando tu Santo Espíritu desde el cielo?».
Así se queja el libro de la Sabiduría (1ª lectura: 9, 13-18). Y con razón. Pero
tenemos respuesta, porque eso es exactamente lo que ha sucedido, que hemos
conocido a Jesús y en Él hemos conocido la Sabiduría de Dios.
¡Qué noticia, pensar como Dios! Eso vale más que todo lo
demás. Está antes que cualquier vínculo humano, que cualquier costumbre o
creencia. Eso vale más que todo (Evangelio: Lucas 14, 25-33).
Eso es precisamente lo que hace Pablo. En una sociedad en la
que los esclavos fugitivos son crucificados, le recomienda a Filemón que trae a
Onésimo (esclavo fugitivo) como a un hermano, como si se tratara del mismo
Pablo (2ª lectura: Filemón 9b-10. 12-17). Y lo hace con una frase memorable: «Si
yo lo quiero tanto, cuánto más lo has de querer tú, como hombre y como
cristiano. Si me consideras compañero tuyo, recíbelo a él como a mí mismo». El
mundo al revés, porque Pablo piensa como Jesús.