domingo, 1 de septiembre de 2013

DOMINGO 22º del Tiempo Ordinario

      «Vosotros no os habéis acercado a un monte tangible, a un fuego encendido, a densos nubarrones, a la tormenta, al sonido de la trompeta; ni habéis oído aquella voz que el pueblo al oírla, pidió que no les siguiera hablando» (2ª lectura: Hebreos 12, 18-19. 22- 24a). No, nosotros nos hemos acercado a Dios porque hemos visto a Jesús. Y hemos visto su rostro, su modo de vivir, su corazón.  Hemos visto que el estilo de Dios es la sencillez, la humildad, no llamar la atención, no pretender gloria humana alguna, huir de los espectáculos presuntuosos (Evangelio: Lucas 14, 1. 7-14). Porque no se trata de triunfar sobre nadie ni contra nadie.

      Lo sabía bien Ben Sira, autor del libro del Eclesiástico: «Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre generoso. Hazte pequeño en las grandezas humanas, y alcanzarás el favor de Dios» (1ª lectura: 3, 17-18. 20. 28-29).

      Dios revela su sabiduría a los humildes. También es su estilo. Y nosotros, la Iglesia, no tenemos más sabiduría que la de Jesús, que para los sabios es necedad y para otros es escándalo. Pero así es lo de Jesús, porque Dios es así.