domingo, 15 de septiembre de 2013

Memoria de NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD


Hoy, al igual que hace una semana, recordamos y tenemos presente entre nosotros de forma especial a la Virgen María; en este caso, rememoramos el momento en el que se encuentra al pie de la Cruz junto a su Hijo, y contempla y vive como el Salvador muere por todos nosotros, por nuestra Salvación. Es en este momento, en el que María sufre su Mayor Dolor; la espada de dolor que atraviesa su Corazón se hace más dolorosa; y finalmente, Ella, la Madre, Nuestra Madre Santísima, queda sola y desamparada ante el hecho que acaba de presenciar, la Soledad la invade y ello agrava aún más sus Dolores.

María sufre, y mucho, por el pecado de todos y cada uno de nosotros al igual que su Hijo, clavado en la Cruz y muerto. Aunque precisamente, la Cruz de Jesús no representa la muerte; la Cruz es exaltada, Fiesta que ayer celebrábamos, aparece triunfante y florida como en mayo; la Cruz de Cristo es amor, es querer a Dios y al prójimo, lo que conlleva a la misericordia y la paz para con el prójimo y la misericordia de Dios para con nosotros, sus hijos. Aunque a su vez, nosotros, integrantes de la Iglesia que fundó su propio Hijo y Hermano nuestro, Jesús, debemos corresponderle al Señor teniendo caridad para con el necesitado, y esperanza y fe en Él; en Cristo vivo y resucitado, presente entre nosotros, y visible en la Eucaristía; Sacramento mediante el que podemos sentirlo en nuestro interior, en nuestro ser, que se impregna de sus virtudes, de entre ellas la fe, que de manera especial hacíamos pública y celebrábamos en la tarde-noche de ayer en Córdoba, en el Vía Crucis Magno de la Fe, con motivo del especial año dedicado a esta virtud teologal que estamos celebrando los católicos.

El rezo del Vía Crucis fue introducido en la Iglesia de occidente por el beato Álvaro de Córdoba, siendo Córdoba la primera ciudad, después de Jerusalén, que rezó el Vía Crucis; por tanto, ciudad por excelencia de este rezo Camino de la Cruz. Cruz de la que participa María, y de la que debemos participar todos nosotros, siguiendo su maternal ejemplo, para que al igual que a Ella, la Cruz nos lleve al amor, porque como decía al principio, la Cruz de Cristo es amor; amor que María tiene para con su hijos, su fieles que seguimos a la Estrella, que nos trae el mensaje de la Nueva Evangelización, el Mensaje de Jesús, en este Año de la Fe; aceptémoslo y hagámonos partícipes de él, de las Enseñanzas de la Escritura, del Maestro, de su Ejemplo, del ejemplo de la Madre, la que nos guía hacia la Luz triunfante, Cristo Resucitado.

Tengamos presente en cada uno de nosotros la Cruz, toquémosla e incluso, carguemos con Ella; sin duda será un estímulo de fe y oración junto a Jesús Sacramentado, y de compromiso para con el prójimo, teniendo en cuenta el compromiso de María, que estuvo junto a su Hijo hasta el final, para con nosotros, sus Hijos. Recemos a Nuestra Madre, María Santísima de la Soledad, para que sintamos esta fe en Ella y en su Bendito Hijo Jesús, y actuemos de acuerdo a ella. Pidamos finalmente por las intenciones del Papa Francisco, y especialmente por la paz y el cese de la violencia en el mundo. Amén.

Jesús Cuevas Salguero 15/09/2013