¿Qué le ha pasado a Pedro, el que renegó de Jesús por miedo
y ahora se enfrenta a todo el pueblo, acusándolo de haber entregado al Mesías a
la muerte? (1ª lectura: Hechos 3, 13-15. 17-19). Es un hombre nuevo, en él
vemos la fuerza de la fe, la fuerza del Espíritu de Jesús.
El cambio había sido
difícil. Ellos creían que Jesús era el Mesías, pero lo esperaban como un rey
poderoso, y su fe se resquebrajó ante su muerte en cruz. Jesús se lo había
avisado repetidamente, pero nunca lo entendieron, no podían aceptar a un Mesías
crucificado. Pero ahora el mismo Jesús abre su entendimiento (Evangelio: Lucas
24, 35-48) y desde este momento el fracaso se convierte en signo de Dios.
Desde
ese momento aquel grupo de galileos desilusionados y llenos de miedo se
transforman en audaces proclamadores de su fe en Jesús.
A partir de entonces
siguieron a Jesús sin imaginárselo, cumpliendo sus mandatos, conociéndolo, entendiéndolo
y guardando su palabra (2ª lectura: 1 Juan 2, 1-5). Y en su vida se notaba que
Dios estaba con ellos como estaba él.