Amanece el primer día de la semana. María Magdalena
no puede aguantar más la inactividad del sábado, ni tampoco la separación de
Jesús.
Corre a la tumba, recibe entonces la inmensa noticia, y corre de nuevo,
pero ahora para anunciársela a Pedro y a Juan. Ellos son precisamente los
primeros testigos, los primeros creyentes. Los primeros llamados a «resucitar
con Cristo, a buscar los bienes de allá arriba» (2ª lectura: Colosenses 3, 1-4).
Todavía
no habían comprendido a fondo a Jesús. Todavía lo tenían por un mesías rey. Es
ahora cuando nace la fe verdadera en Jesús.
Porque ellos y nosotros hemos
recibido el regalo de la fe, y creemos que Jesús es «el ungido por Dios con la
fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos
por el diablo, porque Dios estaba con él» (1ª lectura: Hechos 10, 34a. 37-43).