El relato de la Cena del Señor ya lo hemos escuchado en la carta de Pablo (2ª lectura: 1 Corintios 11, 23-26).
Ahora importa darnos cuenta de lo que significa y lo que exige. Si podemos partir el pan con Jesús y beber de su copa, es que nos ponemos a los pies de todos. El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido sino a servir. Y los que lo siguen, hacen como él.
Seguro que no pocas veces nos emocionamos en la Misa pensando que recibimos a Jesús, pero falta algo: falta que entendamos que comulgamos con él, que decimos que sí a su manera de vivir, a su Dios.
Y ese Dios no es como el que aparece en la primera lectura (Éxodo 12, 1-8. 11-14), dispuesto a matar egipcios. Porque, como bien sabemos, Dios no mata, sino que da la vida, como Jesús.