Jesús irá [después] a su pueblo y en la sinagoga de Nazaret dirá
con palabras del profeta: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha
ungido y me ha enviado a evangelizar a los pobres» (Lc 4, 18). Es el Espíritu
Santo el que lo conducirá en su misión por los caminos de Palestina hasta el
Calvario, hasta la Cruz y la Resurrección; donde Dios hace a su siervo Luz de
las naciones, para que su Salvación alcance hasta el confín de la tierra. Todo
había comenzado en el Bautismo del Jordán, en el que bajó el Espíritu Santo sobre Él
en forma de paloma, y vino una voz del cielo: «Este es
mi Hijo, el amado, mi predilecto»; allí es donde Jesús comienza su vida pública
y su ministerio, porque ha aceptado la voluntad de Dios como María lo hizo en
su momento, y como nosotros debemos hacerlo ahora.
Comencemos nosotros de nuevo nuestro caminar, sintiéndonos
ungidos y amados en el Señor con la fuerza del Espíritu Santo, como si nuestro
bautismo fuese en este momento, porque esa agua ha recibido de Cristo el poder
de transmitir el Espíritu Santo, y en el bautismo también nosotros, como
Cristo, recibimos el Espíritu Santo, que nos hace hijos y coherederos con
Cristo de la gloria preparada; andemos los caminos del Señor haciendo el bien,
como Jesús, que ha probado el dolor de la lejanía, ha recorrido los caminos que
alejan a los hombres de Dios, para acercarlos a Él, a su Evangelio; de esta
forma nuestro ayuno habrá servido para algo, para abrir el corazón a Dios;
sigamos esta senda de la mano de la Iglesia, misionera en el mundo, siguiendo a
María, la Estrella del Cielo, fieles a nuestra fe, sin importar lo que otros
digan como a Jesús, sin que nos moleste la condena fácil del que no se deja
guiar por el Señor, ni espera el premio de la virtud, ni valora el galardón de
una vida intachable; que Ella nos guarde la Gloria y nos comunique la alegría
de sentirnos hermanos e hijos de Dios, del Dios de la Vida, un don y regalo que
el Padre misericordioso nos concede en el Hijo humilde bendiciéndonos a su
pueblo con la paz, con la paloma de Dios, el Espíritu Santo, otro don precioso
que trae el propio Jesucristo, Príncipe de la Paz, que ha salido a nuestro
encuentro, y al que hemos encontrado alegre; es el mismo Dios veraz el que de
nuevo ha triunfado, ha resucitado; sintámoslo cerca, con nosotros, conozcámoslo,
y aclamemos y seamos testigos como María, llena de la Gracia y del Espíritu de
Dios, de la alegría y gracia bendita de la Resurrección.
La vida ha triunfado sobre la
muerte, Jesús es Luz por encima de las tinieblas y el pecado. ¡Feliz Pascua de
Resurrección!
Jesús Cuevas Salguero 19/04/2014