sábado, 19 de abril de 2014

Abramos nuestro corazón a la Resurrección de Jesucristo

Jesús irá [después] a su pueblo y en la sinagoga de Nazaret dirá con palabras del profeta: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido y me ha enviado a evangelizar a los pobres» (Lc 4, 18). Es el Espíritu Santo el que lo conducirá en su misión por los caminos de Palestina hasta el Calvario, hasta la Cruz y la Resurrección; donde Dios hace a su siervo Luz de las naciones, para que su Salvación alcance hasta el confín de la tierra. Todo había comenzado en el Bautismo del Jordán, en el que bajó el Espíritu Santo sobre Él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: «Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto»; allí es donde Jesús comienza su vida pública y su ministerio, porque ha aceptado la voluntad de Dios como María lo hizo en su momento, y como nosotros debemos hacerlo ahora.

Comencemos nosotros de nuevo nuestro caminar, sintiéndonos ungidos y amados en el Señor con la fuerza del Espíritu Santo, como si nuestro bautismo fuese en este momento, porque esa agua ha recibido de Cristo el poder de transmitir el Espíritu Santo, y en el bautismo también nosotros, como Cristo, recibimos el Espíritu Santo, que nos hace hijos y coherederos con Cristo de la gloria preparada; andemos los caminos del Señor haciendo el bien, como Jesús, que ha probado el dolor de la lejanía, ha recorrido los caminos que alejan a los hombres de Dios, para acercarlos a Él, a su Evangelio; de esta forma nuestro ayuno habrá servido para algo, para abrir el corazón a Dios; sigamos esta senda de la mano de la Iglesia, misionera en el mundo, siguiendo a María, la Estrella del Cielo, fieles a nuestra fe, sin importar lo que otros digan como a Jesús, sin que nos moleste la condena fácil del que no se deja guiar por el Señor, ni espera el premio de la virtud, ni valora el galardón de una vida intachable; que Ella nos guarde la Gloria y nos comunique la alegría de sentirnos hermanos e hijos de Dios, del Dios de la Vida, un don y regalo que el Padre misericordioso nos concede en el Hijo humilde bendiciéndonos a su pueblo con la paz, con la paloma de Dios, el Espíritu Santo, otro don precioso que trae el propio Jesucristo, Príncipe de la Paz, que ha salido a nuestro encuentro, y al que hemos encontrado alegre; es el mismo Dios veraz el que de nuevo ha triunfado, ha resucitado; sintámoslo cerca, con nosotros, conozcámoslo, y aclamemos y seamos testigos como María, llena de la Gracia y del Espíritu de Dios, de la alegría y gracia bendita de la Resurrección.

La vida ha triunfado sobre la muerte, Jesús es Luz por encima de las tinieblas y el pecado. ¡Feliz Pascua de Resurrección!

Jesús Cuevas Salguero 19/04/2014