Todo ha
florecido, las aguas vuelven a sus cauces, de la tierra brotan las más variadas
flores silvestres y brota el agua y la luz en esta bendita tierra. Ya soñamos
esos instantes de olores y de colores, de silencio y de alboroto, de tristeza y
de alegría, de dolor y gracia; ansiamos el incienso y el azahar en una nueva
mañana de Viernes Santo, estamos ilusionados en contemplar la sobrecogedora y
redentora escena de Jesús crucificado y de fondo, en el cielo, la luna más
iluminadora que nunca: los cofrades estamos ilusionados en una nueva Semana
Santa, en un nuevo caminar hacia la Pascua, la que marca ese contraste de
emoción que surge en torno al misterio de nuestra fe; la ilusión es más fuerte
y vivida en estos primeros momentos de la Pasión porque la esperanza nos
conducirá a la Resurrección.
La
contemplación, el sentimiento y el amor se viven de forma muy intensa si
llegamos a su corazón, si nos postramos delante de Él para dialogar porque Él
siempre nos escucha y, nosotros, ¿lo escuchamos a Él? Solo así, sintiendo a
Dios en todos y cada uno de nosotros, con nosotros, podremos llegar a hacer su
voluntad, podremos ser grandes en la pequeñez, al estilo de Jesús, que ha
renunciado a todo por nosotros, ahí es en donde reside su grandeza; el mismo
Jesús que ya decía orando en el huerto a Dios que apartara de sí el cáliz pero
que se hiciese su voluntad, la voluntad del Padre.
La mirada de
Dios en el Hijo lo dice todo, nuestra respuesta a ella tiene su modelo en la
Madre, en María, siempre fiel y humilde como su Hijo. Como diría el Obispo, la
imagen de Jesús orando en el huerto expresa al mismo tiempo amor y grito de
dolor, expresa obediencia de amor al Padre; Dios se hace imagen visible por
todos sus discípulos, lo cual confiere a esa imagen y a todas y cada una de las
imágenes pasionistas un valor teológico y espiritual, porque en una imagen se
nos acerca Dios a nosotros y nos pide paz y reconciliación de su Pueblo.
El perdón,
en definitiva, es el amparo que en el caminar diario necesitamos, es la gota de
rocío que limpia nuestros pecados, que nos hace renacer en una ilusión
celebrada, vivida y rezada, en una forma de concebir la fe en nuestro Señor,
que nos llama al arrepentimiento y a la reflexión interior, y al que nosotros
respondemos cada Viernes de Dolores procurando ser a su imagen y semejanza,
como Dios nos creó, ser el grano de trigo que cae en tierra y muere para ser
espiga que alimente al Mundo; por ello Jesús es Pan de Vida y Cáliz de
Salvación, porque ha aceptado ser imagen de Dios en la tierra y morir
derramando su sangre para dar Vida y Gloria a Dios y colmar su Proyecto, que no
es otro que la Redención de sus hijos; «Vayamos y muramos con
Él», con el Buen Pastor, Jesucristo, que da la vida por sus ovejas.
La humildad en una vida alegre surge de la correspondencia
en el amor fraterno de Dios para nosotros y de nosotros para con Él y para con
nuestros hermanos; y es que debemos estar en paz con Dios y con nuestros
hermanos reconociendo nuestros pecados y reconociendo cuanta vida recibimos de Dios,
dándole gracias, y la mejor forma no es sino en la reconciliación con el
hermano y la conversión, fuente de la misericordia y redención del Salvador,
que nos ha dejado su testimonio y su Palabra en el Evangelio, a cuyo anuncio
alegre y gozoso nos sentimos llamados por Dios como verdaderos cristianos
porque estamos metidos en el Proyecto de Dios, se trata de que hemos recibido
la Buena Noticia, se trata de que podemos aspirar a más, para nosotros y para
todos; esa es nuestra misión, la única que puede hacernos verdaderamente
felices.Si nos asimos como la planta y damos verdadero y abundante fruto, responderemos a la misión encomendada a raíz de la Salvación que Dios nos ha manifestado y de la que nos ha hecho partícipes por medio de la gracia, de esa que está presente en el Evangelio, en el Verbo que se ha hecho carne porque Dios así lo ha querido, porque ese era el Proyecto que surge por el pecado del hombre terrenal, que es redimido por el Hombre celestial, el que viene de Dios, Jesús; el mismo que está siempre con nosotros porque su justicia, su amor y la voluntad a la que respondió reinará por encima de la traición, la soberbia y la avaricia; Él es la piedra que desecharon los arquitectos, que ahora es la piedra angular, porque ha hecho maravillas por el pueblo que ha dado de sí sus frutos, que ha hecho buenas obras, grandes como la que hace Jesús en nombre del Padre.
Caminando con Jesús y ayudándolo a cargar con su Cruz lograremos su acogida, y nos recibirá con los brazos abiertos en un abrazo profundo en su Reino de Salvación y de Paz; porque ante el pecado, la desconfianza y el hecho de tentarlo, Él nos da, a través del Espíritu, el agua de la Verdad y de la Vida eterna, la Gloria de Dios.
La Verdad es el mismo Dios, que se presenta humilde para que nos sintamos identificados en su figura y caminemos con Él siendo plenamente colaboradores suyos, fieles, sabios, prudentes y justos, escuchando su voz, la voz de la Verdad que desea que nos hagamos grandes desde la humildad y el compromiso, desde el servicio a favor del único Dios y Señor, el que se preocupa por sus hijos, el que quiere la felicidad y la unidad para los que lo siguen, los que son cooperadores de la Verdad en favor del Pueblo que escucha hoy atentamente su voz, que ama de corazón a Dios sobre todo y al prójimo como a sí mismo, porque Dios ha amado hasta el extremo dando su vida por el perdón y la gracia de la vida eterna, agua que surte la fe.
Dios es grande porque ha renunciado a todo por nosotros, ahí es en donde reside su grandeza; si queremos ser grandes debemos atender al alimento que Dios nos tiende para ello, si no es así, si no lo seguimos, no llegaremos nunca a alcanzar la misión encomendada; nunca aprenderemos a ser grandes como Él en la pequeñez.
Sigamos su mismo camino porque lo hemos acordado con Él, su Palabra nos ha vinculado. De esta manera, Dios quita la losa que nos oprime porque la esperanza en Él es fuerte y fructífera, así como la confianza y la correspondencia que surge de ella. Por medio de esa Palabra anunciada con alegría, la gracia se ha manifestado al aparecer nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal.
Veamos en Jesucristo una fuente y fundamento de virtudes y de valores; ese es el espíritu de nuestra fe, es el sentir cristiano en la Semana intensa y emocionante que celebra el Sacrificio de amor. ¡Vivámosla hoy, pero no nos olvidemos mañana de Jesús y María!
Jesús Cuevas Salguero 12/04/2014