domingo, 10 de marzo de 2013

DOMINGO 4º de Cuaresma

      La lectura del Evangelio es uno de los pasajes más bellos de Lucas (Evangelio: Lucas 15, 1-3. 11-32), la más deslumbrante de las parábolas, donde Jesús muestra de manera definitiva y asombrosa cómo es nuestro Padre Dios.

      El corazón del Padre está por encima de la justicia, por encima de lo razonable. No piensa en pedir cuentas, no piensa en castigos, no mide, no juzga. Simplemente se ha vuelto loco de alegría por recuperar al hijo perdido, y tira la casa por la ventana. Tanto que al hijo mayor (con toda justicia, pero sólo con justicia) le parece muy mal.

      Es como pasar del desierto a la tierra prometida, como cuenta el libro de Josué (1ª lectura: 5, 9a. 10-12). Es como nacer otra vez, como ser una criatura nueva.

      Y qué bien lo explica Pablo (2ª lectura: 2 Corintios: 5, 17-21): «Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado. Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió». Y nosotros hemos recibido un encargo, una misión: anunciar todo esto al mundo. Que todo el mundo conozca la estupenda noticia, el mensaje de Jesús: que todo el mundo conozca el corazón de Dios.